El alimento está lleno de nutrientes que traerán beneficios a tu vida diaria. Te contamos cuáles son, cómo puedes sacar lo mejor de él y qué precauciones debes tener en su consumo.
Diferencias claves
Es importante entender que el cacao y el chocolate no son la misma cosa: el primero es la materia prima que da lugar al segundo, como resultado de un proceso de transformación y adición de otros ingredientes. ¿Qué significa esto? Que las propiedades benéficas están más presentes y activas en la presentación original del cacao. Incluso, a veces, su derivado puede perder parte de las cualidades nutricionales de las que vamos a hablarte. ¡No los confundas!
Tal vez te estés preguntando: “¿o sea que no puedo comer chocolate?”. Por supuesto que puedes. Recuerda que el centro de una alimentación balanceada es el equilibrio y no la cohibición. Te damos un tip estrella: escoge versiones de chocolate que tengan mínimo una concentración de 70% de cacao. Y una cosa más: no abuses de su consumo. Andrea Ossa, nutricionista dietista y coach, recomienda no comer más de tres pastillitas —con el porcentaje mencionado— diarias.
Las buenas nuevas
Sus compuestos promueven la segregación de serotonina y endorfinas, sustancias que contribuyen a hacerte sentir feliz y a elevar tu estado de ánimo. ¡La excusa perfecta!
¿Hay más aspectos positivos? Bastantes. Es rico en fibra, vitaminas C y E, y varios minerales: magnesio, calcio, hierro, zinc y potasio. Además, su consumo, acompañado de una dieta balanceada, ayuda a incrementar actividades antioxidantes en tu cuerpo. Justamente por esto debes privilegiar el consumo de chocolate con un porcentaje alto de cacao. De este modo su presencia de flavonoides es mayor y su capacidad antioxidante también.
¡Espera! Los beneficios aún no terminan: tiene un alto contenido de fitoesteroles, por lo que colabora en la normal función plaquetaria, y de polifenoles, que cooperan para que tu presión arterial esté dentro de los estándares esperados.
Así que, ¡a disfrutar del dulce cacao!
